domingo, 22 de diciembre de 2019

El doctor Mabuse (Dr. Mabuse, el jugador) de Fritz Lang.


El doctor Mabuse (Dr. Mabuse, el jugador) de Fritz Lang.


1922. Thriller, drama, expresionismo alemán, culto. P: 9/10.


Dirección: Fritz Lang


Música: Película muda


Fotografía: Carl Hoffmann (B&W)


Interpretes: Rudolf Klein-Rogge (Mabuse), Alfred Abel (Conde Told), Aud Egede Nissen (la bella Caroza), Bernhard Goetzke (fiscal Wenk), Paul Richter, Gertrude Welcker (Condesa Told).


Sinopsis: La primera versión cinematográfica del Dr. Mabuse consta de dos partes: “El gran jugador” y “El infierno”.  Cuatro horas largas que se hacen muy cortas y llenas de esplendidas escenas.

El doctor Mabuse es un villano que no se siente atraído por los bienes materiales, sino por el placer que le proporciona jugar con el destino y la vida de los hombres, a los que trata como meras marionetas suyas.


Con su capacidad de influir en los demás y el ser un maestro en el arte del disfraz capaz de transformarse en un siquiatra, un noble o un tahúr se dedica a desvalijar en partidas de carta o en el parque de las acciones, a gente como el ricachón señor Hull al que engaña en un trampa de juego...

Comentarios: con un esplendido guion de Thea von Harbou y Fritz Lang adaptando la novela de Norbert Jacques.


Una genial obra negra.


Lo mejor viene de los enfrentamientos entre el fiscal y el propio Dr. Mabuse.


Grandes actores de la época, geniales. Un Rudolf Klein-Rogge, como Mabuse, carismático y fuerte y ese punto de locura en su vida y en sus ojos. Mejor, incluso, Bernhard Goetzke como el fiscal Wenk honesto, integro, eficaz. Un Alfred Abel como el conde Told...una bella Aud Egede-Nissen como la fiel y enamoras Caroza destilando sensualidad y alegría salvaje; y una gran Gertrude Welcker como la condesa Told, capaz de enamorar al propio Mabuse...


Puro expresionismo. Una dirección artística brillante, única, muy expresionista en líneas y asimetrías; mucho de art-deco en palacetes, casinos,, zulos...muchos juegos de sombras, contrastes luminosos, primeros planos salvajes...


Una fotografía brillante de Carl Hoffmann, hermosa, llena de sombras y recovecos, de pequeños e inocentes trucos visuales pero que la subliman.


Un retrato de una sociedad decadente que tras una fachada de lujo y sibaritismo esta un  mundo corrupto, con los bajos fondos, con asesinos, la pasión por el juego y las drogas duras al tiempo que van a la opera o a los mejores restaurantes...

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