RASHOMON de
Akira Kurosawa.
1950.
Thriller, drama. P: 9/10.
Director:
Akira Kurosawa.
Fotografía:
Kazuo Miyagawa.
Intérpretes:
Toshiro Mifune, Takashi Shimura, Minoru Chiaki, Fumico Homma, Machiko Kyo,
Masayuki Mori.
Sinopsis: En
los restos de un templo dos hombres, un leñador y un sacerdote, reciben la
visita, para resguardarse de la lluvia de un paisano que ante la actitud melancólica
y estupefacta de estos dos les pregunta y les pide que les cuenten que pasa. Le
cuentan un asesinato y una violación que es contado por la mujer del muerto, el
criminal que lo mato y el propio muerto a través de un médium, con los dos
testigos el de un leñador que encuentra el cadáver y un sacerdote que se cruzo
con ellos. Las tres difieren completamente y es casi imposible discernir la
verdad en la maraña de mentiras de una y otra índole. Solo el leñador tendrá la llave de la realidad que no es ninguna de
esas tres.
Comentario:
La historia esta contada en diversos flash-black en la que los personajes
cuentan la historia desde su punto de vista, de cómo les hubiera gustado que
fuera o como se creen que realmente son. No engaña, no confunde, al contrario, salvando
la sorpresa inicial se transforma en un puzle sicológico que conmueve, irrita y
sorprende.
Todo es un
canto sociológico, de estudio humano de personajes engarzados en sus propias
mentiras, en los deseos inconfesos y, salvo al final, la falta de principios y
humanidad.
El director
usa ese templo en ruinas aislado de todo como una isla para este relato y abusa
reiterativamente del primer plano (esas imágenes de los acusados ante el
tribunal desde el punto de vista del magistrado).
El montaje
es una obra maestra de ingeniería, perfecto, minuciosa, no falta un fotograma,
no sobra nada. Así las dos versiones del samurái el bandido son soberbias y,
mezcladas, risibles.
Los actores
a una gran altura, Mifune, en el papel de bandido histriónico, feroz, capaz de
expresar y pasar de estados casi
catatónicos a risas feroces o alardeos sin más.
Shimura, otro
grande, da el contrapunto del hombre tentado por la fortuna pero humano y
caritativo en el fondo.
La crítica social
es inmensa. El hombre que llega es el sentido común, justifica el mentir, el
robar, todo para sobrevivir en una sociedad violenta y ruin. El leñador es el
bondadoso que roba, pero se queda con el bebe.
La
reiteración de la escena de la violación y la batalla no aburre, conmueve,
alucina, es una obra maestra y por mucho inimitable.
Sobrecoge el
dominio de la técnica de la narración del director, casi magia en el cine y por
el cine.
Todo un
canto a la condición humana, lo bueno y la malo de nuestro corazón.
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