PERVERSIDAD
de Fritz Lang.
1945.
Thriller negro, negrísimo. P: 9/10.
Director: Fritz Lang.
Interpretes: Edward G. Robinson, Joan Bennet, Dan
Duryea, Jess Baker, Margaret Lindsay, Rosaind Ivan.
Sinopsis:
Cross (Robinson) es un hombrecillo gris, insignificante, anodino que trabaja
como cajero en una sucursal bancaria de Nueva York; su gran pasión es la
pintura a la que dedica todo el tiempo que puede.
Casado con
una mujer a la que no quiere y que lo mangonea a extremos increíbles cree
encontrar su verdadero amor en una joven y bella llamada Kitty, quién con su
novio, el violento y mal encarado (Dan) tejerán una trama en torno del Cross
que ira complaciendo todos los deseos de su encantadora y perversa dama.
Robara a su
mujer, robara a su banco al tiempo que Kitty firmara las cuadros de Cross y se
transformara en una pintora conocida y cotizada. Cross no solo la perdonara
sino que consentirá en el error pues piensa que ella le ama.
Al final
Cross matara a Kitty lleno de celos y el crimen se lo endosaran al novio quien
morirá ajusticiado.
Cross
perdido viejo y loco se convertirá en un paria….
Comentario:
Repite con Lang el trío protagonista de la excepcional película: “La mujer del
cuadro” y con el equipo técnico en un “tour de forcé” que genial se convierte
en una obra maestra del cine negro.
Va
centrándose en esa pasión amorosa capaz de esclavizar a un hombre hecho y
derecho, ya en el ocaso de la vida, en una vorágine de deseo a la vez que de
esclavitud. La contra es la joven bella y amada (Joan Bennett) que se transforma en una serpiente venenosa
capaz de picar la mano del que la mima y la alimenta, representando a una de la
mujeres fatales del cine de todos los tiempos.
El trío se
completa con un personajillo de poca monta, un sinvergüenza, un caradura, un
vividor de los demás, capaz de prostituir a su novia por unos dólares y timar
al amor, aprovecharse de la buena voluntad de Cross.
Lang recurre
al microcosmos de la pintura para, en sombras y luces, dar unas pinceladas con
un trágico final para todos los protagonistas. Es el sino de los actores
griegos, el drama con mayúsculas.
Hay escenas
para todo los gustos. Desde esa que Dan es llevado a la ejecución con esa
puerta cerrando detrás de él y cerrando la escena al espectador hasta la vista
del proceso que Lang desarrolla en breves intervenciones/declaraciones de los
testigos, en un proceso rápido, frio y finalmente, trágico. Pero esta la culpa,
no la del amor; hay Cross en el tren con los periodistas que le dicen que el
castigo esta en el corazón y su locura, su intento de suicidio, las voces que
le machacan una y otra vez, su deambular como un sin techo y ese cuadro, su
cuadro, su cuadro perfecto, lleno de amor como es vendido por cifras
exorbitantes con la firma de Kitty, no la suya, en un reconocimiento que nunca
llegara.
Joan Bennet
hace la mujer más fatal de todo el cine, perversa, cruel, manipuladora y, al
tiempo, es infantil, caprichosa y manejada por un granujilla de tres al cuarto.
“Quise reírme en tu cara desde el momento en que te vi; eres viejo, feo y me
pones enferma”. Borda un papel que lleva unos límites casi inhumanos.
Robinson
hace un papelón, perfecto en su papel, bordeando siempre la locura tanto antes
del crimen como despues.
Dan en uno
de sus grandes papeles, lo borda como el macarra que es. Con su sonrisa
bobalicona, su estar al paire de todo y al final su grito de que él no lo hizo
antes de ser ajusticiado. Genial. Está inmenso en, quizás, su mejor actuación.
Gran
fotografía en blanco y negro, el mejor expresionista alemán con la contención
clásica de aquellos tiempos en América.
La música
una delicia que no estorba, apenas nos damos cuenta de ella pero siempre
acompaña.
Y la
distancia que nos crearía la situación de Cross, que diríamos que pusilánime,
que idiota, no existe, la película nos caza y solo nos deja respirar por los
polos de pintor, somos Cross en una pesadilla perversa que nos llevara a la
condenación. Tal como acaba nuestro Chris como en esa cuento de Poe: El corazón
delator.
Un final
memorable y un epilogo aun mejor. Tosa una obra maestra, no me cansare de
verla.
Basada en
una novela de Georges de La Fouchardiere titulada: "La golfa".
Música:
Hans J. Salter
Fotografía:
Milton Krasner (B&W)
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