LA HUERFANA
de Jaume Collet-Serra.
2009. Drama, terror. P: 8/10.
Director: Jaume Collet-Serra.
Intérpretes: Isabelle Fuhrman (Esther), Vera Farmiga
(Kate), Peter Sargaard (John), Jimmy Bennett, Aryana Engineer, Margo
Martindale, Cch Pounder, Rosemary Dunsmore.
Musica: John Ottman.
Fotografia: Jeff Cutter.
Sinopsis:
John y Kate son un buen matrimonio, con un hijo y una niña que nació
prácticamente sorda, y están esperando al tercero pero, a este, lo pierden. Sobreponiéndose
deciden adoptar a un niño de un orfanato local donde encuentran a la niña perfecta, Esther. A partir de su
llegada las cosas empiezan a retorcerse, a complicarse en exceso y secretos
oscuros empiezan aflorar. Kate empieza a
pensar que hay algo maligno en la niña y deberá intentar descubrirlo para poder
salvar a su familia…
Comentarios:
Toda una gran sorpresa después de “La casa de cera de 2005”, de un director al
que habrá que seguir en sus próximos rodajes.
Muy
efectiva, sorprenden en el tono y en la forma de presentarnos los hechos, en
ese terror profundo que subyace tras escenas y escena, siempre de forma
trayente y audaz.
De entrada
nos sorprende con una escena de un realismo tremendo, dramático, la pérdida del
bebe por la mujer en el paritorio. Escena descarnada, brutal, que te roe las
entrañas. Ya vale de por sí como una lección de cómo rodar algo así sin caer en
la ñoñería, el falso dramatismo o en lo grotesco.
Sigue con
una escena llena de una belleza especial, una escena íntima en la que la madre
le cuenta un cuento a su hija sordomuda, toda llena de gestos alados hablando
de ángeles en el cielo y de amor que se respira fotograma tras fotograma. Toda
una lección de buen hacer que te engancha y te conmueve y te hace desear tener
una niña así para poder arroparla en la cama y contarle los cuentos de siempre.
Y todos los
esquemas te los rompe en una escena casi banal ya filmada otras veces. Empieza con
la alegría y los juegos de los niños en un parque infantil. Unos planos cortos,
unas miradas y, de pronto, el parque se transforma, lo transforma, en un lugar lleno
de miedos, de terrores, que respira malignidad por todos los rincones y nos hace
pasar un mal rato. Ya nunca miraremos esos parques infantiles con tanta
inocencia…
Hay dos
escenas complementarias de una tercera que son las de la sicóloga. La primera
sola con Kate, todo bien. La segunda con los dos padres después de ser
manipulada por la niña y las cosas ya no tan bien. La tercera con John en la
que a la pobre le hacen pasar el confesionario y casi la locura…. ¿espejo del
pensamiento de los sicólogos manipulados fácilmente?
Y, cómo no,
delicada como seda la escena del intento de seducción del padre ya medio
borracho tras haber trasegado una botella de vino y eso que él no es el
alcohólico. Pocas veces la cámara se ha mostrado de esta forma tan sugerente y
perversa y, al tiempo, se ha controlado todo de forma digna y épica...
Los últimos
treinta minutos son de esos de permanecer agarrado al sillón casi sin recordar
respirar, de una angustia opresiva que, ni cuando parece que todo ha acabado,
se puede eliminar de nuestro pecho.
Una gran
película alejada de todos los tópicos, sin caer en demasiadas salvajadas, casi
un dramón de los de verdad, en esos límites del buen cine y que se escapa un
poco de los géneros.
Musica: John Ottman.
Fotografia: Jeff Cutter.
Sinopsis:
John y Kate son un buen matrimonio, con un hijo y una niña que nació
prácticamente sorda, y están esperando al tercero pero, a este, lo pierden. Sobreponiéndose
deciden adoptar a un niño de un orfanato local donde encuentran a la niña perfecta, Esther. A partir de su
llegada las cosas empiezan a retorcerse, a complicarse en exceso y secretos
oscuros empiezan aflorar. Kate empieza a
pensar que hay algo maligno en la niña y deberá intentar descubrirlo para poder
salvar a su familia…
Comentarios:
Toda una gran sorpresa después de “La casa de cera de 2005”, de un director al
que habrá que seguir en sus próximos rodajes.
Muy
efectiva, sorprenden en el tono y en la forma de presentarnos los hechos, en
ese terror profundo que subyace tras escenas y escena, siempre de forma
trayente y audaz.
De entrada
nos sorprende con una escena de un realismo tremendo, dramático, la pérdida del
bebe por la mujer en el paritorio. Escena descarnada, brutal, que te roe las
entrañas. Ya vale de por sí como una lección de cómo rodar algo así sin caer en
la ñoñería, el falso dramatismo o en lo grotesco.
Sigue con
una escena llena de una belleza especial, una escena íntima en la que la madre
le cuenta un cuento a su hija sordomuda, toda llena de gestos alados hablando
de ángeles en el cielo y de amor que se respira fotograma tras fotograma. Toda
una lección de buen hacer que te engancha y te conmueve y te hace desear tener
una niña así para poder arroparla en la cama y contarle los cuentos de siempre.
Y todos los
esquemas te los rompe en una escena casi banal ya filmada otras veces. Empieza con
la alegría y los juegos de los niños en un parque infantil. Unos planos cortos,
unas miradas y, de pronto, el parque se transforma, lo transforma, en un lugar lleno
de miedos, de terrores, que respira malignidad por todos los rincones y nos hace
pasar un mal rato. Ya nunca miraremos esos parques infantiles con tanta
inocencia…
Hay dos
escenas complementarias de una tercera que son las de la sicóloga. La primera
sola con Kate, todo bien. La segunda con los dos padres después de ser
manipulada por la niña y las cosas ya no tan bien. La tercera con John en la
que a la pobre le hacen pasar el confesionario y casi la locura…. ¿espejo del
pensamiento de los sicólogos manipulados fácilmente?
Y, cómo no,
delicada como seda la escena del intento de seducción del padre ya medio
borracho tras haber trasegado una botella de vino y eso que él no es el
alcohólico. Pocas veces la cámara se ha mostrado de esta forma tan sugerente y
perversa y, al tiempo, se ha controlado todo de forma digna y épica...
Los últimos
treinta minutos son de esos de permanecer agarrado al sillón casi sin recordar
respirar, de una angustia opresiva que, ni cuando parece que todo ha acabado,
se puede eliminar de nuestro pecho.
Una gran
película alejada de todos los tópicos, sin caer en demasiadas salvajadas, casi
un dramón de los de verdad, en esos límites del buen cine y que se escapa un
poco de los géneros.