La dama de Shangai de Orson Welles.
1948. Obra maestra del cine negro. 10/10.
Director: Orson Welles.
Fotografía: Charles Lauwton Jr.
Argumento: Un marinero trotamundos de origen irlandés
llamado Michael O’hara (Orson) que ha luchado en la guerra civil española y
trata de vivir de la forma mas apacible posible es contratado para conducir un
lujoso yate en un viaje de placer por el
mar Caribe, organizado por el famoso abogado criminalista y medio paralítico
(Everett) y su hermosa y deslumbrante esposa (Rita). Todo se complica con la
atracción que sentirá hacia la dama, el detective que el esposo ha contratando
para espiarla y la oferta que le hace el socio para que simule matarle y poder
desparecer.
Comentario: Negro, negrísimo, retrato que hace Orson de
cierta capa de la sociedad que, en un cuento, “Como tiburones devorándose entre
si. No quedó ninguno vivo”. Y critica la colectivo de abogados como pocas veces
se ha hecho.
Ya estaba, según cuentan en plena separación de su mujer
Rita, a la que cotó el pelo, lo tiño de rubia fatal y… ¡Jamás nadie la filmo
tan bella, fatal, deseada y exuberante! Hace, aquí, el papelón de su vida,
injustamente no reconocido en sus tiempo.
Pero es que todos los actores están bien.
Es que la puesta en escena esta genial.
Es que el montaje es perfecto.
Es que la fotografía es en un blanco y negro insuperable.
Los movimientos de cámara, los travelling, todo es perfecto.
Es que la música es deliciosa.
Es que el guión, sobre todo los diálogos, son insuperables.
Es que es más moderna que muchas pelis actuales.
Hay escenas que son inolvidables y serán inolvidables para
el que la vea por primera vez:
La famosa escena final en la sala de los espejos, con su
juego de múltiples personalidades y lleno de simbología (homenajeado por Allen
en Misterioso asesinato en Maniatan), sobrecoge, sobre todo, la aparición de
Bannister con sus muletas. Antes de esa escena Michael pasa por una puerta que
pone “levántense o déjense caer”, cae por un extraño tobogán, llega a una boca
de dragón que se lo traga y pasa a la habitación de los espejos deformados,
para caer en los ojos de Elsa Bannister. Ese juicio lleno de picardías y risas
cuando están hablando de la vida o muerte de un hombre, en ellas el auto
interrogatorio que se hace su propio abogado defensor, Bannister. O esa en el
yate que hablan y Orson les cuenta la historia de los tiburones. O cuando le
hacen la propuesta de ganar dinero con un falso asesinato, etc. O esa ultima
conversación con Elsa, ya moribunda.
El uso del la voz en “off” esta magistralmente articulado,
sin cansar, en los momentos justos y la cantidad justa.
Maravillosa.
Lastima que, en su día, fue totalmente incomprendida sino la
historia del cine, con Orson, seria otra totalmente distinta a la actual.
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